“A veces pienso que Renée (Josiane Balasko) es como un erizo: por fuera está lleno de pinchos; pero por dentro ¡es tan refinada!…; como ese animal: tremendamente solitario y… terriblemente elegante”. Así describe Paloma (Garance Le Guillermic) a Renée Michel, la portera de un edificio de un barrio rico francés, quien se autodescribe como una mujer “bajita, fea, regordeta y un poco salvaje”.
En realidad, Renée esconde una personalidad muy culta y de gran corazón, pero lo esconde… y, esto, Paloma lo sabe: a pesar de su edad –tiene 12 años– es una niña muy lista. También porque está cansada de lo que le rodea: hija de un ministro del gobierno y de una mujer depresiva y hermana de una pija que se cree “progre”, Paloma Josse ha tomado una decisión: cuando cumpla 13 años se va a quitar la vida… a no ser que encuentre un buen motivo para vivir. No obstante, el día a día de estos personajes puede cambiar ante la llegada de Kakuro Ozu (Togo Igawa), un elegante japonés que también lee a Tolstoi… como Renée.
Llamar deliciosa a esta historia es poco. Quizá por modestia, Mona Achache, la debutante directora, dice que se trata de una película “inspirada libremente” en el best-seller francés La elegancia del erizo, de Muriel Barbery. No obstante, se le nota el gusto por la novela y ha sabido sacar lo mejor de ella para realizar otra gran obra. Tan absurdo es plantearse qué es mejor, si el libro o la película, como plantearse si es mejor una moto o un coche. Son distintas y, en este caso, muy buenas las dos.