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La película: “Su misión…, si decide aceptarla… ¿alguna vez la ha rechazado?”. Ethan Hunt (Tom Cruise) siempre acepta las misiones imposibles que le encargan. Si a eso le añades los ya conocidísimos acordes de la franquicia –que aquí llenan la sala, como no podía ser de otro modo–, tienes otra muy entretenida Misión: Imposible. Y van seis. A mi parecer, una de las mejores películas de acción que he visto últimamente.

Recomendada: Para todos aquellos que tengan ganas de pasar un buen rato, muy entretenido, estar deseando que se solucione la trama y, cuando termina, pensar que querría ver más: «Que me lo he pasado muy bien, oye».

Que se abstengan: Quien solo esté dispuesto a ver cine «para pensar» y que esté ya harto de ver mamporros y saltos que no se cree ni Rita… (además, que esté cansado del fantasma de Cruise, haciendo cosas que: «¡hombre! ¡que ya tienes casi 60 tacos, Tom!»).

Nota: 8/10

Pues lo dicho: aquí tienes la reseña, completamente.

solo

Esta semana he empezado una colaboración con Aceprensa cine. Ahí escribiré alguna reseña de vez en cuando. En estos casos, simplemente añadiré aquí algunas ideas, brevemente (comienza, así, una nueva «sección») y, al final, el enlace a la reseña:

La película: Seguimos con los spin-off de la saga galáctica. El turno está en el personaje más carismático, que quitó protagonismo al de Luke Skywalker, gracias, sobre todo, a Harrison Ford.

Recomendada: para todos los amantes de la saga de La guerra de las galaxias y que quieran seguir disfrutando con una historia entretenida.

Que se abstengan: 1. Los fans que busquen a un «Harrison Ford 2». No: es Alden Ehrenreich, y pienso que es bueno verlo así. Porque no lo hace mal.  2. Los que no soportan ninguna película de la creación de George Lucas.

Nota: 7/10.

Completamente.

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Steven Spielberg en su salsa: años 80 + ciencia ficción + anhelo de la infancia y necesidad paterna/materna. Todo ello, en Ready Player One. ¿Cuál es el resultado? Una película muy entretenida (para aquellos a quienes gusta este tipo de historias y cine), pero que no va a pasar como una de las grandes del Rey Midas de Hollywood.

2045 –no parece casualidad esta fecha elegida–, en un mundo distópico (concretamente en un triste, sucio y gris barrio de chabolas puestas una encima de la otra, cual edificios de dudoso equilibrio), vive con su tía Wade Watts (un irreconocible Tye Sheridan que debutó como niño en El árbol de la vida, 2011). En “un pequeño rincón de la nada”, como dice. Para más señas, huérfano de padre y de madre. Y en ese barrio habitan miles de personas hacinadas que, para evadirse de la realidad, se refugian en OASIS, una realidad virtual creada por el difunto James Halliday –interpretado por el ya “actor fetiche” de Spielberg Mark Rylance–, donde “puedes ser lo que quieras ser y hacer todo lo que quieras hacer” a través de un avatar (es decir, en completo anonimato). Un lugar perfecto en el que, quien quiera, puede competir para encontrar el “huevo de pascua” que dejó Halliday antes de morir y convertirse en el heredero de su fortuna.

Watts, bajo el avatar Percival y con la ayuda de otros, especialmente de Samantha / Art3mis (Olivia Cooke), parece dispuesto a conseguirlo. No obstante, Nolan Sorrento (Ben Mendelsohn), empresario con un ejército de empleados avatares a su disposición, está dispuesto a lo que sea para impedírselo.

Al parecer, la película se aleja mucho del bestseller que adapta, cuyo autor, Ernest Cline, también firma el guion, con Zack Penn. En las redes, unos dicen que la mejora y, otros, que les habría salido más barato no comprar los derechos –cambiando el título– de algo que ni le llega a los talones. No lo sé porque no he leído la novela, pero, sinceramente, esta nueva historia del director de Cincinnati me ha animado a hacerlo. Y es que Ready Player One te hace pasar un muy buen rato, tiene momentos divertidos, acción y plantea temas interesantes –solo los plantea, todo hay que decirlo: no da para más y mejor era, en este sentido Minority Report– sobre qué estamos haciendo con nuestro pequeño maravilloso mundo y si no nos estaremos aislando demasiado en un mundo virtualmente falso.

[seguir leyendo en cinemanet.info, donde se publicó este artículo].

Blade-Runner-2049-1

Es un tópico, lo sé, pero cuando cuando realizas una segunda parte, ésta depende mucho de la primera: ni puedes alejarte demasiado de ella –más cuando tu predecesora es una película “de culto”, como es el caso que nos atañe–, ni debes pretender contar lo mismo desde otro punto de vista o cambiando las situaciones y ya está: pensar que así puedes intentar engañar a cuantos más espectadores mejor, siguiendo el malogrado lema de “coge el dinero y corre”, que popularizó Woody Allen

Blade Runner 2049 es un poco de cal y otro de arena. No era necesaria una segunda parte de la mítica –al principio, fracasada– Blade Runner, pero ya se sabe cómo va esto de la falta de ideas y la necesidad de hacer caja. Innecesaria, pero sale airosa. No es una obra maestra, como han dicho algunos, aunque se deja ver (o más que eso). El “problema” es que está muy ligada a la de 1982. Aquella, a través de una historia muy sencilla –que no simple– trataba temas de gran profundidad humanística. En esta, buscando actualizar tecnológicamente su predecesora y crear una historia para impactar al público actual acostumbrado a grandes superproducciones, Denis Villeneuve dirige una película con una espectacular ciudad de Los Ángeles del futuro al más puro estilo cyberpunk que ya tenía la anterior, con unos efectos especiales a la altura de las circunstancias y una muy buena recreación de la patética ambientación –pienso que nadie querría vivir ahí–, también allende los límites de la ciudad…; y, en medio de todo eso, “mete”, por decirlo de algún modo, toda la carga humanística que tenía Blade Runner. Un poco como con calzador. Es decir: menos poesía y mucho espectáculo. Se repite, por ejemplo, la famosa frase de “más humanos que los humanos”, pero, aquí, suena forzada. Simplemente para homenajear la primera. La profundidad está supeditada a la espectacularidad.

Dicho de otra forma: mucho continente para un contenido que no muestra nada nuevo. Sigue hablando de cuestiones profundas, sí, pero no aporta nada a lo que ya planteaba Blade Runner: sobre la paternidad/maternidad, el sentido de la vida, quiénes somos y a dónde vamos, felicidad, vida y muerte…

Sigue leyendo en Cinemanet.

timecode

Esta noche sabremos si Timecode se lleva el Oscar al mejor cortometraje, que bien merecido se lo tiene. Si, por lo que fuera, la Academia acaba por no premiarlo, no sé si será injusto (no he visto los otros), pero sí que no habrán sabido apreciar de verdad lo que tienen delante.

En realidad, tiene muchos puntos para ganar: es el más corto (apenas 15 minutos, sobre los  30 o más de los otros cuatro candidatos), el más alegre (entre comedia y romance, Timecode te arranca una sonrisa de la boca, al final; mientras que las otras historias son dramáticas), muy original, sencillo, poético.

De la historia se puede decir poco: Luna y Diego, vigilantes de párquing -¡algo aparentemente tan anodino y gris como un párquing!-. Ella en el turno de día; él, en el de noche. Un día, por la petición de un cliente, Luna descubre el secreto más guardado de Diego. Entonces, empieza una historia de amor, dialogada simplemente con el saludo de rigor durante el cambio de turno, y… unos códigos de tiempo.

Hace poco, hablaba con unos amigos sobre Timecode, después de verlo en TV3 -inciso: ¡¿Por qué es tan mala la distribución de los cortometrajes, en España?!- y yo decía que era una gran historia de amor. Unos me respondían: «Ok, puede ser; pero, ¿en qué se manifiesta? No hay ningún beso, ni nada que lo lleve a pensar»…

¡Oh! ¡Cuánto mal hace estar imbuidos en el cine de solo imágenes y efectos especiales! Necesitamos ver sexo, besos, oír… algo que me hable específicamente de amor; pero no aceptamos lo poético, donde a menudo hay mucha más amor realidad: ¡Qué pena! «Lo que pueden decir los ojos», dice Lali Ayguadé (Luna) en esta entrevista.

Timecode -como el buen cine- es poesía: de la muy buena. Y la poesía, hay que saber leerla: el arte de mostrar sin mostrar. El cine de entretenimiento está muy bien porque…, eso: entretiene. Como el «universo Marvel». Pero hay mucho más. Y, si no se entiende… vuélvelo a ver: «¡Que no hay nada que enteder!», me dijo Arturo Méndiz, uno de los productores que ahí está, en Hollywood, esperando poder levantar la estatuilla.

Timecode es muy buen cine -como La La Land, que tuve la suerte de ver ayer: ¡magnífica!- y bien se merece el Oscar que, además, hará historia en nuestro país: el primer cortometraje español premiado en la Academia de Cine americana.

Una buena excusa para retomar (espero que para más tiempo) este blog.